Las primeras palabras

La primera palabra contiene la abundante muerte.
La segunda palabra contiene la diminuta oración,
la segunda es el verso, el sapo que abre y camina,
la primera es una libélula destruida,
la segunda palabra es un canto hecho hilo y aguja,
la primera palabra es un sartén para freír bisteces,
la segunda palabra se retuerce con el aceite.
La primera palabra se regodea con fotos del Alarma!
la segunda palabra, aparece en las fotos del Alarma!
Un amanecer, une las manos de la primera y la segunda,
un atardecer une sus sexos, se engendra la tercera palabra,
es angustia, de la agonía y del destello, hija,
la tercera palabra es el escorbuto, el intestino,
el tractor con una llanta menos,
el conductor del tractor, un vértice girando sobre una moneda,
la tercera palabra tiene de rayo y de agua su naturaleza,
la tercera palabra es incestuosa,
es hermafrodita, da posibilidades, las niega, la retiene,
la tercera palabra, tiene una cadena que no murmulla,
y de la cual tiene colgadas a la cuarta y quinta palabras,
y las amamanta de sus tetas disminuídas,
la tercera palabra ya es abuela en cinco segundos,
la cuarta y quinta palabras, violan con urgencia a las primeras dos palabras,
y originan a los bisontes, al páramo, al tren, ferrocarril, tranvía,
la tercera palabra reclama, se emputa, como quien dice,
está enchilada con su propio hígado,
la tercera palabra se encabrona y rompe a la mitad a todas las palabras antiguas
la tercera palabra, sale en el Alarma!
sonríe en la foto, sale guapa, sale con sus tetas al desnudo,
de las cuales mamó Bonifaz y Lizalde, de la cual mamó Eliot,
Eliot, con su corbatita de cocodrilo, antes de violar a su hermana menor,
porque la confundió con un basilisco,  Eliot, el pinche Eliot,
echando sus incopelusas en el vestidito de fresas de la hermana basilisco,
cum! cum! cummings, se me olvidaba,
ese pelado también mamó de la tercera palabra,
pero mamó del peludo de la tercera palabra,
y le fue bien, y le vino bien, y le oscureció bien,
se desdijo, se echó en la cama a perder, acariciando un tigre,
y al tigre lo llamó Einsten, y le dirigía un haz de luz en el ojo derecho
y el tigre se erizaba, con todas las rabias sobre su nuca,
y Salgari y la mamada, y Stevenson, y los Gumaros,
y todos mamaron de la tercera palabra,
y pensaron en la quincuagésima y en la decimoprimera
y luego en las fornicaciones espantosas de sus letras,
y cruzaron letras palabras números signos, olvidos,
todo junto en argamasa insostenible, insustentabe,
todo en polvo convertido, casi a punto de cemento,
mezclado con el agua, de lluvia, del día, nublidecido,
nubliarañado, carnilluvioso, lluvidecido,
y la tercera palabra con su machete, y tras los barrotes,
diciendo sí soy culpable, sí me los chingué,
les metí la punta del machete en el ombligo, qué chingados,
los maté con saña y con coraje, y la tercera palabra mintiendo,
mintiendo, porque mató de envidia, de la envidia de tener otro contenido espantoso
no el de la  palabra primera, que era una rana con tisú,
ni de la segunda, como mosca de anfiteatro, gorda y feliz,
ni como las demás, con un  hilacho de oro,
atravesando sus gargantas, dando el surco del ojo,
dando el conejo verde, la jirafa que montaba,
montañumbre histórica, la tercera palabra, baja
baja, se esconde, apela, a segunda instancia,
le niegan el indulto, le niegan el agua,
se recubre de musgo, la tercera palabra, acusa a ese cabrón de ojitos
melancólicos, a ese Edgar, a ese Allan Popó, y la tercera palabra, se siente acusada
y se pelea con los jueces, con el limitado lenguaje que le queda,
como diciendo a todo, contestando a todo, con la misma palabra,
con la misma tercera palabra, y con la amenaza de Benedetti, de
algún Frege, con sus pinzas, pedipalpos, con sus guantes para agarrar la manteca caliente,
con las amenazas, además, de los horrendos filósofos analíticos,
y los matemáticos y sus exequias, y los demás semiólogos y autodidactas
y el moño azul
y el pedito que se tiró Raúl Parra,
y amenazada, consiganada por el juez,
por la Mataviejitas incluso,
por tus pinches perros que casi muerden mis zapatos,
por todos, juzgadas,
y por el chingo de palabras que después vinieron,
por el chingo de idiomas que la desdoblaron
y que se creyeron toallas de hotel,
y la tercera palabra se le agota,
se le cae el significado
y bate la cabeza de un lado al otro,
y los círculos blancos del vestido rosa que trae la negrita,
y la tercera palabra, como la tercera raiz,
se acalora,
y la llaman,
la sentencian a un año de insignificaciones, de insignificancia, de moscuálida,
de zanate, de cuajuinicuilapa, de amotzingo, de tlatelolco,
de oaxaca blues forever, de vacío, de amortización y almojarifazgo,
de almendras y alfajor, de significado pues, de no tener pinche significado.
En un año, quizás, sepamos qué palabra era la tercera palabra,
las otras palabras (asesinadas o no), se han mezclado un tanto
en el cuentema.

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