Algunos poemas de Petronio Árbitro ( Massilia, 27 – Cuma, 66) Trad. Roberto Heredia Correa




5

La esposa debe cual patrimonio legítimo amarse.
Ni aun mi patrimonio querría amar por siempre.


10

Así los órganos suelen encerrar los aires del vientre,
que, metidos muy dentro, cuando de nuevo intentan salir,
a golpes abren camino; y el frío espanto que reina
en los huesos contraídos, no antes termina
que un tibio sudor haya manado del cuerpo en sosiego.


16

No basta la hermosura; ni la que bella quiere mirarse,
debe agradarse a sí según vulgar costumbre.
Frases, bromas, juegos, la gracia de la charla
las risas, vencen la obra de una natura asaz sencilla.
Pues realza la belleza cuanto del arte se aplica;
y, si no hay voluntad, la gracia, muda muere.


20

Me envías, dulce Marcia mía, doradas manzanas;
de espinas castañas, dones también me envías.
Todo esto juzgo grato; y si más bien tú misma vinieras,
ornaras bella niña este regalo tuyo.
Aunque trajeras pomas que el paladar astringen amargas,
quien las muerda, en la boca tendrá sabor de miel.
Mas si venir rehúsas, carísima mía, tus besos
con las pomas envía; morderlos he con gusto.


23

De un soldado en el yelmo las palomas hicieron su nido,
patente es que de Marte, es grande amiga Venus.


28

Basto en el coito y breve el placer;
Venus hastía, una vez consumada.
No, pues, como bestias libidinosas,
ciegos, derecho allí nos arrojaremos
(pues Amor desmaya y su llama muere),
mas así, así, sin forzados solazados,
y contigo, besándonos yazgamos.
En esto no hay fatiga, no hay vergüenza:
esto agradó, agrada, agradará:
esto no decae, y comienza siempre.


29

Recriminar y amar a un mismo tiempo
Hércules mismo apenas soportó.


31

Los sueños que burlan las mentes con sombras volátiles,
los envían no templos de dioses ni números célicos;
cada uno los forja. Pues cuando, por el sopor abatidos,
el sueño oprime los miembros y la mente juega ligera,
cuanto de día pasó, agita en la noche. Quien en la guerra
asalta fuertes y arrasa con fuego infelices ciudades,
ve dardos y tropas vencidas y funerales de reyes
y campos inundados con la sangre vertida.
Quienes suelen defender causas, miran leyes y foros
y, temerosos, el tribunal encerrado en su corte.
Esconde el avaro sus bienes y encuentra el oro enterrado.
El cazador bate el monte con perros. Arranca su nave
volcada al mar el marino, o agónico en ella se apoya.
Escribe al rufián la meretriz; la infiel entrega sus dones;
y el perro en sueño sigue de la liebre las huellas.
Las heridas de los infelices perduran toda la noche.


Comentarios

Entradas populares